miércoles, 9 de marzo de 2011

Bueno, aquí os traigo y dejo un cartel de una página que creo que conocemos muchos, donde los errores y las correcciones ortográficas están al orden del día, y esperando que disculpéis su soez lenguaje, abro la controversia:

Como se puede apreciar, y es comprobable, la palabra "asín" está admitida por la Real Academia Española, si bien es cierto que como vulgarismo derivado de "así". Es ley natural que en el habla, aquel concepto que ya Saussure entendía como complejo y heterogéneo, una palabra con tal profusión de usos y tan común derive en una enorme variedad de formas ¿No sería legítimo, por tanto, admitir otras formas como "ahín" o "ajín" que, si bien son formas más restringidas, también son audibles? ¿Dónde colocamos los límites de lo admisible y de lo incorrecto?

El análisis no acaba ahí. Debemos atender también a la respuesta atónita de la persona que ha elaborado el cartel, respuesta que también tendremos algunos al enterarnos. La concepción social del término es clara, y aunque susodicha persona haya pasado por alto la explicación "vulg.", lo cierto es que encontrarnos con acepciones de este tipo en un diccionario que esperamos incólume, puede parecernos incluso violento.

Otra apuesta arriesgada del artífice es la rápida alusión al grupo social denominado "cani" (palabra por cierto de bastante uso, con connotaciones peyorativas bastante extensas, y que no está admitida. Ello es comprensible por su relativa novedad y presencia) Lo primero que se puede argüir es que, en cuestiones de lenguaje, nadie es culpable de nada, si acaso en su versión ético-pragmática. El propio autor ataca a la "barbaridad" que acaba de observar, y él mismo se ha dejado dos tildes y tres comas por el camino. Aunque todo ello requiere un estudio más exhaustivo, dudo mucho de que el uso de "asín" pueda ser cercado, ni mucho menos que pueda ser circunscrito a nadie. Al igual que otras formas, puede responder a  poligénesis o a otros factores más variopintos. Nadie puede adjudicarse, ni pueden ser adjudicados, los usos en la lengua, aunque negar las variedades y registros de la lengua sería necedad. Que el autor del cartel solamente lo haya percibido al grupo que denomina "cani" es un hecho muy distinto de las atribuciones más arbitrarias.

Curioso es leer esta estructura: "destrozar la lengua" ¿Es posible juntar ambas palabras, o incurrimos en una xenonimia? Cuando un hablante en su quehacer diario comete errores lo más probable es que ni él mismo se percate salvo en los casos más escandalosos. Conocer un error implicaría no cometerlo, pero en un instrumento tan cotidiano y extenso como el lenguaje la atención prestada es mínima. El límite de los errores proferidos por el hablante estriba en el entendimiento recíproco entre los interlocutores. Tal vez esa sea la clave de la novísima escritura tecnológica, desmedida en contracciones, elipsis y atentados contra la norma. Sí codificación y descodificación no son trabadas por la presencia de estas alteraciones, ¿Quién esgrime el derecho para tildar a las nuevas formas? No todo es admisible, pero todo puede ser comprendido.

En definitiva, si de errores se trata, "quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra".

4 comentarios:

  1. Es un concepto que estudiamos en Lingüística, y que consiste en un tipo de colocación en la que hay una contradicción entre un rasgo exigido por el seleccionador y alguno de los rasgos que presenta el seleccionado, p.ej. "comer lápiz".
    En el artículo la he usado con el sentido de si las palabras "destrozar" y "lengua" son compatibles, dado que el lenguaje y sus usos son tan propios e individuales como colectivos.

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  2. Sin duda este ejemplo da pie a una amplia polémica referente a muchos otros vulgarismos que hoy en día sí son aceptados por la Acadamia. Un ejemplo: el uso de "adecúo" y "adecuo".
    Estoy de acuerdo con tu reflexión acerca del determinismo lingüístico: ciertas expresiones tachadas como "incorrectas" se asimilan injustamente a comunidades sociales (en este caso, los "canis") y a regiones concretas. Evidentemente, la práctica no sostiene este prejuicio. Seguro que más de uno conoce a alguien de su entorno que pronuncie "asín", y no por ello merece ser tachado de "cani" ni mucho menos.
    Realmente, el relativismo en la lengua es frustrante. Lo que hoy y aquí la norma rechaza puede que la acepte mañana y en otros lugares muy distintos. Efectivamente, como has señalado, el uso diario de la lengua es comunicativo, y sus límites están en la compresión entre los interlocutores.

    Tal vez aquí debamos aplicar el dicho según el cual las reglas (en algunos casos) están, precisamente, para ser violadas.

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  3. Sois tan imbéciles de preocuparos por gilipolleces como estas en vez de salir a divertiros, o a defender vuestros derechos, o a hacer cualquier otra cosa que sois peor que los canis...
    Solo estoy aquí porque no sabia que era una xenonimia, no te creas interesante...

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